- Para comenzar,
la mayor parte
de los lectores
se conceden
cotidianamente el derecho a no leer. Aunque afecte
a nuestra reputación, entre un buen libro y una mala película en la televisión, el segundo vence al primero con mucha mayor frecuencia de lo que nos gustaría confesar.
Y, además, no leemos continuamente. Nuestros períodos de lectura se alternan muchas veces con prolongadas dietas en las que la sola visión de un
libro despierta los miasmas de la indigestión.
Estamos rodeados de cantidad de personas totalmente respetables, a veces tituladas, e incluso "eminentes" -algunas de las cuales poseen bibliotecas muy interesantes- pero que no leen jamás, o tan poco que nunca se nos ocurriría la idea de regalarles un libro.
No leen.
Sencillamente, no leen.
Sea porque no sienten la necesidad, sea porque tienen demasiadas cosas que hacer aparte de leer, sea porque alimentan otro amor y lo viven de una manera absolutamente exclusiva.
En suma, a esas personas no les gusta leer.
Esta gente es tan "humana" como el que lee siempre.
La idea de que el individuo que no lee debiera ser considerado a priori un bruto potencial o un cretino contumaz, es falsa. Si la aceptamos, convertiremos la lectura en una obligación moral y este sería el comienzo de una escalada que anuncia serios problemas de criterios.
En definitiva, la libertad de escribir no puede ir acompañada del deber de leer.
En el fondo, hay que educar a los niños en la práctica de la literatura, pero darles a su vez los medios para que juzguen libremente si sienten o no la "necesidad de los libros".
Porque si bien se puede admitir perfectamente que un individuo rechace la lectura, es intolerable que sea -o se crea rechazado por ella.
Es inmensamente triste, una soledad en la soledad, ser excluído de los libros ... incluso de aquellos de los que no se puede prescindir.
HÉCTOR, UN PEQUEÑO GRAN LECTOR
viernes, 25 de junio de 2010
1- DERECHO A NO LEER
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viernes, junio 25, 2010 | by Noemi
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