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HÉCTOR, UN PEQUEÑO GRAN LECTOR

viernes, 3 de diciembre de 2010

EL VICIO DE LEER


EL VICIO DE LEER, de Paco Abril


“Después de pensármelo mucho, acudí a la reunión de lectores
anónimos que había convocado la biblioteca pública. Cuando me
tocó el turno de hablar, saqué el papel que había estado
preparando toda la tarde, y leí:
Mi nombre no importa, soy un lector anónimo.
El día que dije en mi casa que me gustaba leer, mi padre puso el
grito en el cielo.
--Pero, bueno, ¿cómo es posible que te guste leer? -–dijo alzando la
voz--. ¿Me has visto a mí leer alguna vez? ¿Lee tu madre? ¿Lee tu
hermano mayor? No, verdad. Ninguno de nosotros leemos. ¿Y no
estamos todos sanos y fuertes?
Mi madre fue más suave, aunque su tono también estaba cargado de
reproches.
--Hijo, ¿por qué lo haces? ¿Por qué lees? –me preguntó entristecida.
Sin dejarme responder, mi padre volvió a la carga y siguió
despotricando.
--Vamos a ver. Tienes un ordenador, tienes un montón de
videojuegos, te hemos puesto un televisor en tu cuarto y, a pesar de
todo eso, que buenos esfuerzos nos ha costado, el niño caprichoso
prefiere leer libros. ¿Te parece bonito ese vicio?
¿Vicio? Yo, la verdad, no supe qué responder. Según comprobé
después a escondidas en el diccionario, que también es un libro, un
vicio es una mala costumbre que se repite con frecuencia.
En aquel momento, más que un vicioso, me sentía como un ladrón
que acabara de robar en el Banco de España y hubiera sido pescado
in fraganti.
Para colmo todavía tenía el botín en la mano, la prueba del delito,
esto es, los libros que acababa de sacar de la biblioteca pública. Mis
padres los miraron horrorizados y leyeron los títulos con dificultad.
Bueno, la cosa no paró ahí. Tuve que prometerles a mis progenitores
que nunca más volvería a leer libros en casa.
La verdad es que me gustaría compartir este interés por la lectura
con alguien, pero mis amigos piensan como mis padres. Ellos sólo
saben hablar de fútbol. Un día que les insinué haber leído un libro,
me miraron como si fuera un enfermo contagioso, y se alejaron de
mí poniendo cara de asco.
He cumplido mi promesa a rajatabla. Ya no leo en casa, ahora leo
sentado en un banco del parque y en la biblioteca pública, donde
ellos no pueden verme.
A veces, cuando me dedico a este vicio, tengo miedo a que me
descubran, aunque luego me olvido de todo.
Lo siento por mis padres, pero a mí me gusta leer, ¿y qué?”

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonito, e interesante texto el de paco abril, cuantos hay así

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